Investigación de audiencias para activistas

Hiperconexión digital e hiper-aislamiento afectivo ¿Una nueva batalla por la educación sexual?

Escrito por:
Ana Araos (Directora de Sensata)
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July 10, 2025
/
4 min
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Es hora de descolonizar la fábrica de subjetividades capturada por las plataformas.

Mientras por años las luchas por la educación sexual se han centrado en la inclusión del enfoque de género en el currículo y los textos escolares, la construcción de las creencias y actitudes fundamentales hacia la sexualidad ya no ocurre en espacios estructurados como el colegio. Los algoritmos ya dictan cátedras alternativas: cursos acelerados de hipersexualización en OnlyFans, másteres en masculinidad tóxica de Andrew Tate, posgrados en autoexplotación corporal mediante filtros de Instagram.

Las plataformas digitales como TikTok, YouTube shorts, Instagram o Reddit han asumido el rol de la transmisión cultural de las nuevas generaciones. 

Los datos son muy dicientes. Un estudio de la British Board of Film Classification (BBFC, 2019) reveló que el 51% de los adolescentes británicos entre 11 y 13 años había estado expuesto a pornografía, con un 60% de casos de exposición involuntaria. Si bien en América Latina no se cuenta con estos estudios, se puede sospechar de tendencias similares teniendo en cuenta que por ejemplo en Colombia, el 81% de los adolescentes tienen su propio smartphone (CRC), solo 10 puntos porcentuales menos que los adolescentes en Estados Unidos, y 14 puntos menos que en el Reino Unido. Más allá de juicios moralistas, estas cifras señalan una crisis pedagógica: las pantallas están reconfigurando el desarrollo psicoafectivo mediante cuatro mecanismos clave en los menores:

El problema se agrava en las comunidades digitales tóxicas. Espacios que inicialmente funcionan como refugio para jóvenes que experimentan soledad o desafíos de socialización –como ciertos foros de la manosfera, cuya peligrosa influencia fue retratada recientemente por la miniserie Adolescence– pero terminan propagando narrativas que glorifican la violencia de género y satanizan las relaciones igualitarias. Así, las plataformas con sus algoritmos actúan como cómplices al conectar a usuarios vulnerables con discursos radicales.

La pregunta feminista crucial ya no es tanto ¿Qué conocimientos deben transmitirse en la cátedra de educación sexual dentro del sistema educativo?, sino ¿Cómo recuperar la soberanía cognitiva y afectiva de una generación cuyos sueños se programan en Silicon Valley?

Los contenidos que los niños y niñas están consumiendo libremente a través de sus pantallas personales, seleccionados por los algoritmos de TikTok y otras redes sociales, se han convertido en educadores más influyentes que cualquier docente o familiar. 

Mientras instituciones y grupos de interés de los distintos espectros ideológicos debaten acerca del currículo de la educación sexual, las plataformas han secuestrado la fábrica de subjetividades.

🔴 El principal desafío de la educación sexual, entonces, no es regular lo que se enseña en las aulas, sino lograr construir el vínculo, la conexión, con los niños, niñas y adolescentes 🔴.

Replanteando la lucha por la educación sexual: hacia una narrativa de interconexión y cuidado

El feminismo interseccional enfrenta un nuevo desafío: la lucha por una educación sexual científica e inclusiva debe evolucionar para interceptar las nuevas dinámicas del poder digital. No se trata de abandonar las batallas en aulas y legislaciones, sino de reconocer que la socialización de la sexualidad ocurre ahora en un ecosistema híbrido donde TikTok e Instagram compiten —y con frecuencia derrotan— a docentes y familias.

Este panorama exige trascender el debate reduccionista sobre contenidos curriculares. La crisis actual no es meramente pedagógica, sino antropológica: generaciones enteras se forman en la paradoja de hiperconexión digital e hiperaislamiento afectivo. Ante esta fractura, la educación sexual tiene la oportunidad de redefinirse como arquitecta de comunidades afectivas que contrarresten tres vacíos fundamentales:

La propuesta es radical: necesitamos descolonizar las subjetividades capturadas por las plataformas. Esto demanda un activismo que opere simultáneamente en cuatro dimensiones:

La oportunidad es clara: crear nuevas propuestas para volver a humanizarnos.

Mientras las pantallas siguen secuestrando las miradas adolescentes con su diseño adictivo, los activismos tienen el llamado a construir oasis de temporalidades distintas. Lugares donde aprender a habitar el cuerpo sin ansiedad performativa, donde descubrir el deseo como conversación en lugar de consumo, donde practicar la ternura radical como tecnología revolucionaria. La educación sexual del siglo XXI no será una asignatura: será un movimiento de resistencia contra la deshumanización algorítmica.

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