La educación sexual en América Latina presenta un panorama diverso y complejo, con realidades marcadamente diferentes entre países y regiones. Esta diversidad se refleja tanto en los indicadores de salud sexual y reproductiva como en las actitudes culturales hacia la sexualidad y su enseñanza.
Por ejemplo, mientras que en Centroamérica, el aborto sigue siendo un delito en casi todos los países, con legislaciones que oscilan entre la prohibición absoluta y causales limitadísimas, en Colombia y Argentina se han legalizado a la fecha más causales que en Alemania (WHO, 2025).
A pesar de estas diferencias legislativas, los estudios de audiencias frente a la educación sexual realizados por Sensata y Puentes evidencian que existe un amplio acuerdo sobre el hogar como el mejor espacio para el aprendizaje sobre la sexualidad:
Estos porcentajes reflejan la creencia generalizada de que la casa constituye el mejor lugar para aprender sobre sexualidad. Más revelador aún resulta que el 96% de los encuestados en Centroamérica consideran que con los hijos e hijas se debería hablar de sexualidad lo más que se pueda.
Esta expectativa resulta natural, pues los padres son habitualmente los primeros interlocutores a quienes niños y niñas dirigen sus preguntas sobre cómo funciona el mundo y por qué. La curiosidad infantil no distingue entre temas "apropiados" e "inapropiados" según categorías adultas; simplemente busca comprender su realidad.
Sin embargo, existe una notable brecha entre esta expectativa social y la capacidad real de muchos padres y madres para abordar estos temas. En Centroamérica, el 58% de los encuestados cree que padres y madres saben lo necesario para educar a sus hijos sobre sexualidad, mientras que en Colombia esta cifra desciende al 42%.
La realidad es que muchos adultos no se sienten preparados para mantener estas conversaciones de manera satisfactoria. En la encuesta centroamericana, un significativo 37% reconoció necesitar apoyo para hablar sobre sexualidad con sus hijos.
Esta inseguridad trasciende el nivel educativo: incluso personas con formación académica avanzada pueden sentirse desorientadas al abordar preguntas básicas sobre sexualidad, por no mencionar temas que generan mayor controversia en el debate público actual.
El punto central de esta reflexión es que, sin importar su nivel de preparación técnica en materia de derechos humanos y salud reproductiva, los padres serán probablemente los primeros receptores de preguntas y curiosidades de sus hijos... hasta que la vergüenza o la incomodidad cierren la ventana de comunicación.
Estas conversaciones no se limitan a los temas tradicionales de educación sexual, sino que abarcan los crecientes desafíos que enfrentan las juventudes e infancias contemporáneas en un mundo que evoluciona a velocidades sin precedentes: redes sociales, roles de género en transformación, identidad digital, nuevas configuraciones familiares, y una compleja relación con la tecnología que moldea su desarrollo.
Por tanto, los destinatarios de la educación sexual no deberían ser exclusivamente niños, niñas y adolescentes. Ese alto porcentaje de padres y madres que cree saber lo necesario para educar a sus hijos en temas de sexualidad constituye un público con necesidades no identificadas y desatendidas respecto a cómo establecer diálogos efectivos con sus hijos e hijas.
Los movimientos sociales tienen la oportunidad de explorar estrategias de comunicación y educación dirigidas a padres y madres de todo el espectro político, generando escenarios y canales de interconexión basados en la confianza y abiertos al diálogo desde diversas perspectivas.
Es fundamental evidenciar con empatía cómo, en la práctica, muchos padres y madres no cuentan con las herramientas necesarias para abordar estos temas, y simultáneamente ofrecer recursos formativos y prácticos que les permitan hablar de sexualidad con sus hijos e hijas de manera informada, respetuosa y adaptada a cada etapa del desarrollo.
La educación sexual efectiva requiere un enfoque integral que, lejos de antagonizar con los padres y madres, reconozca el papel fundamental de las familias, pero que también les proporcione el apoyo necesario para llevar a cabo este rol desde el cuidado, el respeto y la aceptación.
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