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5 reflexiones de Loretta Ross que nos pusieron a pensar sobre cómo hacemos y vivimos el activismo.




🥰 En PUENTES terminamos el 2022 llenos de inspiración porque tuvimos -¡finalmente!- la tan esperada conferencia de Loretta Ross sobre la cultura de la cancelación. Si te la perdiste, puedes ver aquí la grabación: https://bit.ly/revive-loretta Clave: vFfeN5?n



🤔 Te compartimos 5 reflexiones de Loretta que nos confrontaron y nos pusieron a pensar sobre cómo hacemos y vivimos el activismo.


1. Tomemos conciencia de las alternativas.


Cuando como activistas nos enfrentamos a situaciones que suponen un conflicto o desacuerdo con los valores y principios que promovemos, tenemos varias opciones para reaccionar. Loretta nos recuerda que tenemos alternativas al elegir cómo actuar:

  • Denunciar (Calling-out): Es exigir responsabilidad a través de una crítica humillante y vergonzante.

  • Cancelar (Cancelling): Es la denuncia máxima; cuando promovemos que una persona pierda su plataforma por lo que ha hecho o dicho.

  • Invitar (Calling-in): Es una denuncia hecha desde el amor y el respeto.

  • Pedir (Calling-on): Es un paso intermedio. Se le ofrece a la gente una oportunidad para alinear la opinión que tienen de sí mismos con sus comportamientos.

  • Suspender (Calling it off): Es desengancharse cuando nos damos cuenta de que estamos inmersos en discusiones improductivas.


2. La cultura de la invitación tiene una dimensión ética y una estratégica.


La ética nos invita a recordar que siempre estamos tratando con un ser humano, con sus imperfecciones y su falibilidad, pero también con su capacidad de aprender y crecer. La estratégica nos recuerda que humillar y avergonzar a la gente no logra el objetivo de promover un cambio. Simplemente no funciona; por eso es interesante explorar las otras opciones que sí nos ayuden a generar el cambio que queremos ver.


3. Cancelar y denunciar deberían ser estrategias de último recurso.


Cancelar y denunciar son estrategias problemáticas porque escalan el problema fuera de control de manera desproporcionada, especialmente cuando ocurren en plataformas y lógicas digitales. Además, parten de una presunción de culpabilidad, esencializan un comportamiento y lo convierten en un rasgo de la persona, simplificando los problemas con falsos binarismos y eliminando el debido proceso. Loretta nos invita a reflexionar sobre cómo estas dos reacciones pueden propiciar una atmósfera frustrante para el activismo al promover el cinismo, la desesperanza y desalentando todo tipo de responsabilidad (¿por qué alguien admitiría estar equivocado en un contexto como este?). Cancelar y denunciar resultan en tácticas de aislamiento que fomentan la autocensura, en vez de generar puentes entre las diferentes posturas y llamar al debate. Estas dos estrategias deberían pensarse como el último recurso del repertorio de posibilidades. Un grupo de personas que piensan diferente pero se mueven en la misma dirección son un movimiento, pero un grupo de personas que se sienten obligadas a pensar lo mismo y a moverse en la misma dirección ¡son una secta!


4. Construyamos un activismo que atraiga apoyo a nuestras causas.


Queremos cultivar una cultura de la responsabilidad (accountability) promoviendo un mundo donde la inclusión es la norma, no solo un ideal. No es suficiente con mostrar aquello a lo que nos oponemos; tenemos que mostrar lo que defendemos e imaginamos como el futuro deseable. En este contexto, el proceso es igual de importante que el resultado: tenemos que aprender a lidiar con el daño sin replicarlo. Tenemos la oportunidad de crear una atmósfera divertida que invite a la gente a unirse al movimiento de derechos humanos porque los hace sentir bien, no peor de lo que ya se sentían. Mostremos cuánta posibilidad de goce hay en el activismo y lo sanador que puede ser fomentar la autoconsciencia mientras creamos espacios seguros en los que la gente pueda tener diálogos honestos sin miedo a equivocarse, porque de esos errores aprendemos colectivamente.


5. Fomentemos la resiliencia, no la fragilidad.


El propósito de los movimientos por los derechos humanos no es servir como espacio personal de terapia. Lo que sí es nuestra responsabilidad como activistas es crear espacios de autorreflexión y autocrítica. Pongamos al servicio de los movimientos nuestros seres imperfectos mientras aprendemos estrategias de sanación y cuidado para nosotros y los demás. Concentrémonos en construir resiliencia, en vez de fragilidad, y promovamos la habilidad de adaptarnos a experiencias desafiantes donde ni el conflicto, ni el daño, ni el dolor definan nuestras vidas y oportunidades. Reconocernos como imperfectos nos hace entender que el perdón es clave para reclamar nuestra dignidad y reconocer la de los demás. ¡No le entregues el control remoto de tu vida a otros!




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